miércoles, 7 de octubre de 2009

Bufón

Imagina la vida del bufón, uno de los personajes principales de la corte, bendecido al estar conciente de toda la realidad que lo rodea, maldito por no poder hacer nada al respecto y aunque invite a otros a cambiarla, también está condenado a ser visto siempre como el bufón, nunca tomado en serio, acusado de loco, cuando sólo sufre de extrema cordura.
La gente cree que su trabajo es fácil, sólo hacer reir, cuando se encuentra atrapado entre la vida y la muerte, provocándole la carcajada a algunos y malestar a otros, donde la linea entre ser destinado a las mazmorras o aparecer una vez más en el banquete radica en hacer reir a la persona indicada.
Tiene la libertad para hacer lo que quiere, escudado tras su personaje, decir lo que sea, incomodar a quién sea, y a la vez, esclavo de ese mismo personaje, con la responsabilidad que termina siendo una carga de hacer nacer la sonrisa en cualquiera que se le cruce, aligerar el peso de las almas, sin importar lo atormentado que su propio ser se encuentre.
Parte de su supuesta locura radica en disfrutar de esa esclavitud, llegando a considerar como oxígeno el sonido de las risas que provoca, disfrutando como si de la mejor melodía se tratara ese concierto heterogéneo de diversos ruidos, algunos altos y sonoros, otros bajos y tímidos, que conjugados crean la mitad de la magia que complementa la ya creada por el bufón. Si, la mitad de un chiste es contarlo, la otra mitad son las carcajadas que provoca.
A su vez, el bufón es consciente cuando sus esfuerzos no son suficientes, cuando el público lo castiga con una extrema seriedad, seriedad que agradece cuando escucha alabos hipócritas, celebraciones exageradas, malas imitaciones de aquel regalo dado por el cielo que nace en un instante, y en un instante desaparece.
El bufón no es ajeno al flujo constante de la vida, inmerso en corrientes vertiginosas, o en plácidos momentos de tranquilidad, envuelto en la tormenta, o arrullado por el vaivén de las olas, cosa que no le importa a los comensales que sólo quieren reir.
Ahora imagina al bufón en uno de los dilemas más grandes, imagina a un bufón enamorado, y peor aún, de un amor imposible. Siguiendo el caracter medieval del personaje, imagínalo enamorado de la princesa.
El amor es alegría, pero una buena broma no sirve para enamorar, imagina al bufón haciéndo su mejor esfuerzo, y lo único que consigue es que a cada broma se aleja de su amor un poco más, en cada actuación sólo logra un mayor desprecio por parte de la corte, a pesar de los buenos momentos que les brinda.
Será tan difícil entender que el hacer reir es un arte, y como todo arte involucra desprenderse de una parte de su alma, desnudar su ser. Al menos para el bufón no es fácil saber que lo mejor que hace no sirve para obtener lo único que quiere.
El caballero con sus actos nobles es digno de aquella princesa, el comerciante tiene la categoría suficiente, e incluso el poeta tiene una mayor probabilidad de seducirla, sin embargo tal vez sólo el bufón es capaz de hacerla feliz, pero ella nunca se decedirá en posar sus ojos en él. El bufón lo sabe, sabe lo que podría ser, que es el indicado, pero jamás será el elegido. Lo mejor que podría hacer es alejarse, recorrer el mundo, hacer reir a más gente, hasta que alguna de esas risas le haga olvidar a la princesa, irónicamente la única risa que quiere oir es la que más daño le hace.
Así es la vida bufón, la broma más grande, que sólo unos pocos entienden, una broma a tus costillas, a mis costillas, como todos, condenados, bendecidos, malditos, dichosos. Lo importante es aprender a reirnos de ella, disfrutar su ironía, estar siempre dispuestos a contar un chiste más, pues tal vez, sólo una vez, la persona que amas se reirá contigo.