viernes, 25 de junio de 2010

Historia de juguetes

Woody y Buzz, dos nombres que pasarán a la historia del cine, y la conciencia colectiva de la humanidad, dos personajes entrañables a los que todos estimamos, que nos han hecho reir e inclusive a algunos nos han hecho llorar, dos personajes tan distintos, un vaquero alto, y un bajito astronauta. Curiosamente ambos representan ese espíritu de conquista norteameticano, aquel sentido exploraror, llegar a donde nadie ha llegado, al infinito y más allá.
El cuarto de Andy es el sueño de todo niño de mi edad, bueno, de toda persona de mi edad, pues ya no soy un niño que digamos, sin embargo, cuando descubrimos por primera vez este lugar lleno de magia, era un niño, y al igual que Andy, imaginaba mil y un aventuras, acompañado por seres de plástico, que podían representar personajes tan variados, como superhéroes, soldados, personajes de películas, entre otros, donde era tan fácil que el bueno le ganara al malo, donde el bien siempre triunfaba, donde todo tenía solución.
A su vez, cuando Woody y compañía regresaron en la segunda película, igual que Andy, seguía teniendo algunas aventuras con estos seres fantásticos, pero las aventuras ya no eran tan continuas, mis amigos de plástico cada vez pasaban más tiempo en un baúl, guardados, y cada vez vencer al malo era más complicado.
Andy se retrasó un par de años comparado conmigo, pues mientras él apenas marcha a la universidad, yo ya estoy a la mitad de la carrera, pero aún me identifico con él, aún recuerdo el día que mi madre me abrazó cuando iba a entrar en la universidad, yo no me marché de casa, pero aún así sabes que las cosas ya no serán igual, definitivamente has dejado de ser un niño y debes empezar a ser responsable de tus actos.
Soy uno de los tantos que se identifican con Andy, pero cuántos niños no tendrán ese privilegio, cuántos han dejado de usar su imaginación como herramienta principal, para pasar a un pasividad creativa, utilizando personajes creados por alguien más limitados a los movimientos que algun programador consideró suficientes, con una historia que en algunos casos ni siquiera es adecuada para los niños.
Admito que también me gustan los videojuegos, y que no son mala idea, pero cuántos de los que jugamos a la antigua no reconocemos que cada día era una aventura distinta, y para exponer este caso recuerdo dos ocasiones en las que jugar fue realmente mágico.
En la primera un primo y yo vaciamos el bote que tenía de juguetes, absolutamente todos, y empezamos a escoger uno por uno, hasta los que estaban rotos. Una vez con los juguetes distribuidos cada quién armó una base, y colocó sus tropas, e inició la guerra. Dicho así parecerá algo negativo, jugar a la guerra, pero sólo era un juego y nadie saldría lastimado, creánme fue divertido, pasamos horas, un ejército tratando de vencer al otro, un juego donde las reglas eran implícitas y donde uno aceptaba cuando una de tus figuras perdía, donde se aprendía a perder y a ganar, donde la imaginación ayudaba con la estrategia, donde valientes soldados empezaban a realizar hazañas, donde mil y un historias, y donde inclusive hubo varias batallas, donde no se necesitaba nada más que la imaginación.
La segunda ocasión que recuerdo con igual cariño, igual utilizamos todos mis juguetes, los regamos por toda la casa, una casa de tres pisos (es del abuelo). Seleccionamos unos cuantos, los principales, el objetivo, recorrer toda la casa, fue un viaje fantástico, lleno de acción y aventura, compañerismo y valor, tal vez no sea el que tenga la mejor imaginación y si alguien más lo hubiera visto le podría haber parecido aburrido, pero para mí fue una gran historia, una que ninguna película pueda llegar a igualar.
Estos momentos fueron únicos y si me atrevo a compartirlos con ustedes es para aclarar un punto, y es que son sólo míos, son tesoros que nadie más podrá tener. Muchos compartirán el haber salvado a la princesa guiando a Mario, o evitar una catástrofe nuclear con Snake, y podrán haberlo logrado infinidad de veces, pero cuántos, tendrán momentos únicos como los que les acabo de contar.
Desgraciadamente esta magia tan original se está perdiendo, los niños ya no juegan como antes, la creatividad se está extinguiendo, cada vez las individualidades se pierden, antes hacer entrar el balón en la portería era lo más importante, ahora les preocupa más traer los zapatos del jugador famoso.
Cuando empecé a escribir esto, mi idea era criticar como han cambiado las cosas, causando que los juegos sean monótonos, donde esa chispa, esa espontaneidad se pierde, sin embargo, al recordar esos momentos tan agradables, donde podías ser feliz con una simplicidad sin igual, donde la precupaciones no exisitían, donde no se necesitaban penalizaciones para cumplir las reglas, donde en realidad valorábamos lo importante, me he quedado sin ganas de quejarme.
La sencilla razón es que no todo está perdido, aún hay niños que aprovechan ese don fantástico llamado imaginación, representando batallas entre Hombres Araña de plástico, ganando carreras impresionantes con sencillos carritos, lanzándose sin miedo a detener un balonazo para evitar el gol contrario, definitivamente aún no está todo perdido.
Por eso, cuando vayan al cine y algún niño le pregunte a su padre, no se enojen, recuerden cuando ustedes tampoco llegaron a entender la trama, cuando escuchen una risotada infantil, no se molesten, al contrario rían ustedes también, no se vuelvan asesinos de la persona más importante, su niño interno, disfruten cada momento, véanle el lado bueno a las cosas, sorpréndanse, compartan.
Soy un fiel creyente de que las cosas valen la pena, todos llegamos a ser niños, y probablemente no todos tuvimos una infancia sencilla, pero por qué no esforzornos en que los que aún son niños si tengan la fortuna de vivir felices. Les aseguro que la mayoría de las personas que son amables, que luchan por que este sea un mundo mejor, fueron niños llenos de amor y de esperanza, y más importante aún siguen siendo niños que saben lo importante que es soltar una carcajada, decir la verdad y expresar lo que sienten.
Espero algún día ser padre, y jugar con mis hijos, crear mundos de fantasía con ellos y que ellos compartan los que han creado conmigo.
Espero no aburrirlos con esta cursilería, pero sólo me queda decir, gracias Woody, leal vaquero y valiente comisario, por recordarnos lo importante de la amistad, y lo importancia de jugar, de ser niños, de disfrutar, espero que junto con Buzz, le enseñes a muchos niños lo bello de jugar, de imaginar y nos recuerdes a tantos que ya no somos niños, lo bello que aún puede seguir siendo.