Hoy es un día de esos...
Un día en que no quiero despertar porque sé que al abrir los ojos no estarás ahí...
Un día en el que dejo correr el agua de la ducha donde ya no se forma el eco de nuestras risas...
Un día en el que al aplacar mi cabello despeinado frente al espejo el reflejo me mira decepcionado...
Un día en el que cocinar para uno es más complicado que hacer el desayuno para dos...
Un día en el que mi taza de chocolate se ve tan sola al no estar al lado de tu taza de café...
Un día donde maldigo al taxista por querer hacerme plática mientras observo todos aquellos lugares donde caminamos de la mano...
Un día donde el reloj avanza con su tic toc implacable, resonando como martillos que golpean un yunque forjando mi camino solitario...
Un día donde me siento acompañado de los fantasmas del ayer, acompañado de tus hábitos, de tus manías, que recuerdo con la dualidad de odiarlos y extrañarlos....
Un día que daría mi brazo izquierdo con tal de tener el derecho de abrazarte una vez más, para decirte lo que significaste para mí, la falta que me haces...
Un día de esos que agradezco que ya no estés aquí, porque a pesar de la nostalgia, no quiero volver a sentirme tan solo como cuando tú estabas contigo...
Strawberries blog forever
Mi pequeño espacio personal de la red donde se hablará de todo un poco, incluyendo algunos de mis humildes escritos.
martes, 10 de diciembre de 2019
jueves, 3 de diciembre de 2015
Impresiones del avance de Captain America 3: Civil War.
En días recientes Marvel ha liberado el trailer de Civil War, el cual se esperaba apareciera en Star Wars: Episode 7 The Force Awakens, por lo que traigo algunas impresiones que me ha causado.
Contexto:
- Al final de Avengers 2 el Capitán América queda como líder de un nuevo equipo de Vengadores, dando descanso a personajes como Iron Man y Thor.
- Hulk decide exiliarse.
- Falco sigue buscando a Bucky (Winter Soldier) por órdenes del Capitán América.
Lo que muestra el trailer:
- Bucky recupera la memoria, es encontrado por Steve (Capitán América) y Sam (Falco), a su vez que es perseguido por las autoridades.
- Se muestra una iniciativa de ley, presentada a Steve por el General Ross (el padre de Betty Ross y Hulk Rojo en los cómics).
- Tony (Iron Man) aparece como el agente de la ley que deberá llevar a Bucky y a cualquiera que lo encubra o apoye ante la justicia.
- Se introduce a Black Panther.
Lo que no se ve:
- Spider-man es el gran ausente, pero tampoco hay mención de Ant-man, Vision y los agentes de SHIELD, Nick Fury, Maria Hill y la agente Sharon Carter.
- Los villanos, Crossbones y el barón Zemo.
- El papel que tenga Martin Freeman (mejor conocido por interpretar a Bilbo Baggins en las películas del Hobbit).
- La motivación de Tony para apoyar la ley se debe a su culpabilidad por la creación de Ultron.
- A pesar de la química que ha logrado Robert Downey Jr como Tony Stark con el público realmente veremos una película donde Chris Evans, interpretando a Steve Rogers, sea el protagonista.
- Marvel, en una apuesta arriesgada, decide vender una trama basada en la amistad de Steve y Bucky para ocultar a los villanos en turno y el posible papel que lleven a cabo.
jueves, 9 de octubre de 2014
Crónica de los besos que nunca se dieron.
Un suspiro...
Un recuerdo...
Un instante...
Tu mirada...
Tus labios...
Tu sonrisa...
Mi torpeza...
Momento incómodo...
Arrepentimiento...
Sonrisa estúpida...
Un suspiro...
Un recuerdo...
Un instante...
Tu mirada...
Tus labios...
Tu sonrisa...
Mi torpeza...
Momento incómodo...
Arrepentimiento...
Sonrisa estúpida...
Un suspiro...
miércoles, 11 de junio de 2014
Carta de despedida.
Hola.
Nunca enviaré esto y es ridículo que lo empiece como cualquier otra carta, con un tono casual de dos personas que se saludan. Entre nosotros no podría decir que hubo casualidades, sólo puras causalidades, derivadas de nuestras formas de ser, de nuestros sentimientos, que si bien maldigo al demonio que te haya convertido en lo que eres, podría maldecirte más a ti porque has moldeado en lo que me he convertido.
He pasado de ser un soñador enamoradizo a alguien que se levanta por las noches teniendo pesadillas, alguien que siente rabiar en su pecho al escuchar tu nombre con la añoranza del corazón que te llevaste. Corazón que nunca pediste rindiera a tus pies, corazón que pudo haber sido tuyo por siempre y que ahora debes de haberlo dejado abandonado en algún oscuro rincón de tu memoria.
La nostalgia me invade a cada paso que doy, cuál marca de pasos en la arena, nostalgia de lo que pudo haber sido y nunca será, nostalgia de esa espera por ver tu sonrisa, sonrisa que nunca fue mía, nostalgia por ese tiempo antes de conocerte, donde las cicatrices eran pequeñas y estaban completamente curadas. Ahora, ni siquiera quedan cicatrices, pues hasta eso te llevaste, dejando un ser vacío que ha dejado de creer, de soñar, de vivir, que busca la añoranza del calor de los cuerpos por mera vanidad, porque espera que en un suspiro y en un mar de sudor y caricias naufrague tu recuerdo.
Admito que la culpa es compartida, como no lo fue el sentimiento, y me pesa que no hayas matado mis ilusiones de una sola certera estocada, pues a estas alturas ya habría sanado. No, en tu funesta amabilidad fuiste arrancando pedazos cuál niña que juega con una inocente flor preguntándose si la aman no. Si te llevaste mi corazón fue porque no hubo resistencia de mi parte para entregarlo.
Iluso, mil veces iluso, creí que cada parte que te llevabas sería para entregarme el tuyo, pero lo custodiabas para alguien más, siempre enigmática, con esa mirada triste, que ocultaba tras un velo docenas de secretos que nunca fui digno de que me revelaras. El secretismo siempre fue lo tuyo, la oscuridad y las dudas, caminar hacia ti no era un sendero peligroso, era un pantano en el cual uno podría hundirse por siempre.
Entiendo que nunca fue tu intención lastimarme, la entiendo como el patán que he sido lastimando a víctimas inocentes de esta guerra, mero daño colateral. Lo que escapa de mi capacidad de entendimiento es la mentira, el engaño, la ilusión. Fui el público perfecto para tu acto de prestidigitación, siendo el voluntario, partido en dos… que nunca fue unido de nuevo.
Amor, palabra poderosa de simples dimensiones, de simetría aplastante, sólo dos vocales y dos consonantes, que nadie en el mundo ha pronunciado nunca igual, sentimiento detestado por muchos pues crea vulnerabilidad, pero ahí radica su belleza, es frágil como cristal, pero puede volverte tan fuerte como el acero templado. Amor, supongo fue lo que sentía, aunque embriagado de dolor haya acabado convertido en capricho. Odio, la dualidad de ese sentimiento puro… podría ser el contrapeso que necesite para volver a sentir algo, sin embargo, no tiene sentido odiarte, en dado caso el único receptáculo de mi odio sería yo mismo. Ahora odio lo que sentí, y en lo que me he convertido, odio ese reflejo burlón que me mira desde el espejo, sombra de lo que era.
Culpable el destino que no tejió nuestros caminos juntos, culpable las musas que nunca pusieron las palabras necesarias para que comprendieras todo lo que sentía, culpable el tiempo que nos fue corto y culpable el lugar que nos puso tan lejos, culpable tú, culpable yo; único condenado que escribe estas letras de penitencia tratando de rescatar un pedazo de alma, intento vil, egoísta, estúpido.
Nunca leerás esto, y aun así me despido, un adiós tardío, sin escena de lluvia y añoranza de volver, un adiós perpetuo, definitivo, vacío.
Atte. Aquel que te quiso como nadie más.
Nunca enviaré esto y es ridículo que lo empiece como cualquier otra carta, con un tono casual de dos personas que se saludan. Entre nosotros no podría decir que hubo casualidades, sólo puras causalidades, derivadas de nuestras formas de ser, de nuestros sentimientos, que si bien maldigo al demonio que te haya convertido en lo que eres, podría maldecirte más a ti porque has moldeado en lo que me he convertido.
He pasado de ser un soñador enamoradizo a alguien que se levanta por las noches teniendo pesadillas, alguien que siente rabiar en su pecho al escuchar tu nombre con la añoranza del corazón que te llevaste. Corazón que nunca pediste rindiera a tus pies, corazón que pudo haber sido tuyo por siempre y que ahora debes de haberlo dejado abandonado en algún oscuro rincón de tu memoria.
La nostalgia me invade a cada paso que doy, cuál marca de pasos en la arena, nostalgia de lo que pudo haber sido y nunca será, nostalgia de esa espera por ver tu sonrisa, sonrisa que nunca fue mía, nostalgia por ese tiempo antes de conocerte, donde las cicatrices eran pequeñas y estaban completamente curadas. Ahora, ni siquiera quedan cicatrices, pues hasta eso te llevaste, dejando un ser vacío que ha dejado de creer, de soñar, de vivir, que busca la añoranza del calor de los cuerpos por mera vanidad, porque espera que en un suspiro y en un mar de sudor y caricias naufrague tu recuerdo.
Admito que la culpa es compartida, como no lo fue el sentimiento, y me pesa que no hayas matado mis ilusiones de una sola certera estocada, pues a estas alturas ya habría sanado. No, en tu funesta amabilidad fuiste arrancando pedazos cuál niña que juega con una inocente flor preguntándose si la aman no. Si te llevaste mi corazón fue porque no hubo resistencia de mi parte para entregarlo.
Iluso, mil veces iluso, creí que cada parte que te llevabas sería para entregarme el tuyo, pero lo custodiabas para alguien más, siempre enigmática, con esa mirada triste, que ocultaba tras un velo docenas de secretos que nunca fui digno de que me revelaras. El secretismo siempre fue lo tuyo, la oscuridad y las dudas, caminar hacia ti no era un sendero peligroso, era un pantano en el cual uno podría hundirse por siempre.
Entiendo que nunca fue tu intención lastimarme, la entiendo como el patán que he sido lastimando a víctimas inocentes de esta guerra, mero daño colateral. Lo que escapa de mi capacidad de entendimiento es la mentira, el engaño, la ilusión. Fui el público perfecto para tu acto de prestidigitación, siendo el voluntario, partido en dos… que nunca fue unido de nuevo.
Amor, palabra poderosa de simples dimensiones, de simetría aplastante, sólo dos vocales y dos consonantes, que nadie en el mundo ha pronunciado nunca igual, sentimiento detestado por muchos pues crea vulnerabilidad, pero ahí radica su belleza, es frágil como cristal, pero puede volverte tan fuerte como el acero templado. Amor, supongo fue lo que sentía, aunque embriagado de dolor haya acabado convertido en capricho. Odio, la dualidad de ese sentimiento puro… podría ser el contrapeso que necesite para volver a sentir algo, sin embargo, no tiene sentido odiarte, en dado caso el único receptáculo de mi odio sería yo mismo. Ahora odio lo que sentí, y en lo que me he convertido, odio ese reflejo burlón que me mira desde el espejo, sombra de lo que era.
Culpable el destino que no tejió nuestros caminos juntos, culpable las musas que nunca pusieron las palabras necesarias para que comprendieras todo lo que sentía, culpable el tiempo que nos fue corto y culpable el lugar que nos puso tan lejos, culpable tú, culpable yo; único condenado que escribe estas letras de penitencia tratando de rescatar un pedazo de alma, intento vil, egoísta, estúpido.
Nunca leerás esto, y aun así me despido, un adiós tardío, sin escena de lluvia y añoranza de volver, un adiós perpetuo, definitivo, vacío.
Atte. Aquel que te quiso como nadie más.
jueves, 9 de enero de 2014
Comiendo en un bar.
Sentado en aquel extraño
restaurante, un lugar peculiar con vista al mar, más parecido a un café de
cualquier lugar al mundo, llamado bar en aquel paradisiaco lugar. Había
decidido entrar pues no quería estar sólo, sin embargo, el lugar no era lo suficientemente
lúgubre para hundirme aún más en mis pensamientos.
Al recibir la carta noté dos
cosas, la primera es que por lo abrumadora cantidad de sucesos que rondaban mi
mente no había notado la insistencia con que mis entrañas pedían bocado; la
segunda lo largo de las piernas de la señorita que me brindaba la carta,
acompañado de lo ajustado de su falda, que escondía lo que prometía ser una
subida al cielo.
Sonreí con la soltura de estar en
un lugar donde nadie me conoce y a nadie debo responderle, imitando los gestos
vistos en esas aburridas comedias románticas a las cuales alguna vez acompañé a
ver al motivo de mi presencia en ese colorido pueblo costeño. La chica de las
piernas largas me devolvió la sonrisa demostrando la labor nada discreta del dentista
del pueblo, pequeño detalle que podía pasar desapercibido si volvía a
concentrarme en lo corto de su falda.
Repasé la carta más atento a las
cantidades monetarias que a mis gustos culinarios, viejo hábito de quien no
siempre ha tenido dinero, y quien tampoco es que tenga mucho para derrochar.
Encontré un platillo que me pareció adecuado a las dimensiones de mi estómago y
de mi cartera.
Antes de que buscara a la chica
que me atendió al principio se acercó una mesera rolliza a ofrecerme alguna
bebida. Pedí un refresco de cola, nunca fui tentado por Dionisio y lo que su
culto prometía, por lo que, como dice aquel dueto de hermanos catalanes en una
de sus canciones “bebo sólo por ser abstemio”.
Disimulé hasta que se apareciera
de nuevo la señorita de la sonrisa no tan agraciada, pero de generosas y justas
proporciones. Pedí el platillo antes mencionado y me deleité una vez más con el
vaivén de sus caderas mientras se alejaba. Si bien había escapado a un paraíso
en la tierra del infierno mental que intencionadamente o no había provocado una
chica, como buen hombre no podía alejarme del calor que la piel de la última
creación divina registrada en aquel libro sagrado que mi madre insistía en que
conociera.
Mientras recibía con poco
entusiasmo al joven que transpiraba entusiasmo al servirme mi bebida y esperaba
la llegada de los frutos del mar cocinados probablemente con ingredientes
salidos de alguna lata repleta de conservadores observaba el vaivén de las
palmeras empujadas insistentemente por el viento nada relajado que insistía en
volar sombreros y molestar a los incautos turistas poco habituados a los
caprichos del océano.
La razón de mi escapada a ese
lugar era encontrar el olvido, nadie me dijo que al estar solo sería más
susceptible a pensar en la compañía que perdí, dando vueltas a los motivos de
su ausencia, repartiendo culpas en una balanza invisible donde sin importar los
pesos de cada una la balanza siempre se inclinaba en mi contra.
Mientras repasaba eventos,
gestos, caricias que no se dieron, besos que murieron en la comisura de los
labios, abrazos acompañados con promesas rotas de volver a vernos, hundiéndome
cada vez más en una espiral de incongruencias entre el proceso y el resultado
de las acciones que hicimos y dejamos de hacer me vi interrumpido por la mesera
rolliza que depositó el plato y los cubiertos con cierta rudeza de alguien
cansado por si trabajo, rudeza hacia la vida, no hacia los comensales, que por
lo visto había olvidado eran los que pagaban la propina.
Realmente lucía apetitosa la
comida, la presentación era distinta a la que estaba acostumbrado, por lo que
tomé los cubiertos dubitativo, sin saber realmente cómo debía comer aquello,
sonriendo para mis adentros, era una sensación parecida a la que se presenta
cuando no sabes cómo desabrochar el endemoniado corpiño que se interpone cual
acertijo de esfinge entre el héroe épico y su premio.
Bocado a bocado iba disfrutando
de la pobre criatura que había dado su vida para que yo me alimentara, esos
protectores de animales tenían un buen punto, punto que olvidé gracias a lo
delicioso del siguiente bocado.
La música no se hizo esperar,
tres hombres de avanzada edad ataviados con ropa típica de la región y
equipados de sus instrumentos empezaron a interpretar cantares llenos de tristeza,
previo sondeo mesa por mesa para que los comensales eligieran alguna canción
con la suma de cooperación adecuada.
Yo me encontraba en un lugar
paradisiaco donde la mesera de la corta falda no era la única mujer “hermosa”
(olvidando el detalle de su sonrisa), con las sobras de lo que había sido un
platillo fantástico delante de mí, con un clima que había dado tregua al calor
al que tan poco estaba acostumbrado e ignorando al trío “Juventud” que con
tanta solemnidad interpretaba sus canciones se podía decir que estaba en un
lugar muy agradable. Hermoso lugar sin duda y yo desperdiciando el tiempo
pensando en aquella.
La mesera se acercó a preguntarme
si se me ofrecía algo más, volví a gesticular esa sonrisa estúpida, pensando en
las mil y un cosas que podía pedirle, limitándome a pedir la cuenta. ¿Por qué
seguir pensando en ella cuando podía estar disfrutando de ese lugar y de esas
caderas que se acababan de marchar? Decidido le pediría una cita para cuando
saliera de trabajar y si las cosas salían bien emularíamos el vaivén del viento
y de las olas en una habitación oscura de hotel.
No revisé la cuenta, o al menos
disimulé no hacerlo para dar la impresión de que me despreocupaba el dinero,
saqué mi cartera y conté el dinero suficiente para cubrir mi consumo y dejar
una propina decente, volví a buscar a la
mesera con la mirada, ella se acercó hacia mí…
Caminando por el malecón con una
estúpida sonrisa, no la del galán que tenía mal ensayada, una sonrisa sincera,
mía, la cual usaba siempre, que debo reconocer es bastante estúpida recordaba a
la chica de la falda corta y como obviamente no me atreví a hablarle, cual si
me burlara de alguien más, el hecho me parecía hilarante siendo el actor y el público
de ese sketch de la vida real mal ejecutado.
Si, estaba en un paraíso, con una
cantidad infinita de posibilidades, donde anhelaba que el camino que tomara me
regresara a ella, anhelo cada vez menor, pues tal vez, en alguna ocasión
reuniría el valor para hablarle a la chica de la falda corta en turno y llegar
al cielo, aunque fuera por unos instantes…
lunes, 23 de diciembre de 2013
Dos desconocidos más
-Él no te ama-
La escena era idónea para una película romántica, una noche
lluviosa de ciudad, en una calle mal iluminada, ella se iba caminando, sabía
que no la volvería a ver, así que en un arrebato murmuré eso que daba vueltas
en mi consciencia desde hace tiempo, al escuchar por fin esas palabras me sentí
liberado para decirlas con más fuerza, con más firmeza.
-¡Él no te ama!-
Su cabellera rubia giró despacio, si, rubia para profundizar
en el cliché que me encontraba, iluminando todo a su alrededor, casi en cámara
lenta, hasta que sus profundos ojos azules me miraron con desdén, como siempre
lo había hecho, aunque ahora sumados con una ira y una fiereza de la leona,
depredadora por naturaleza, herida en su orgullo.
-¡Eso no te importa!-
Sabía que me había extralimitado, sin embargo, ella se moría
por un idiota, el confiado galán que nunca ha sido rechazado, que nunca se ha
tenido que esforzar pues lo ha tenido todo básicamente desde que sus padres
planearon tenerlo, o rompieron el condón, o cómo sea que el desgraciado haya
llegado al mundo.
La fiesta navideña aún nos recordaba el entorno en el que
estábamos enmarcados, dejando escapar tímidas notas de la vigorosa música que
los comensales disfrutaban. El único motivo por el que estaba ahí era porque
ella me había pedido que la acompañara y yo iluso esperaba el milagro navideño,
esperaba que fuera la fiesta donde todo se resolviera a mi favor, como en esas
estúpidas películas adolescentes norteamericanas.
Ahora estábamos frente a frente sobre el escenario más
romántico que los dioses o el demonio pudieron habernos concedido, aunque la
situación entre nosotros distaba de ser propicia para el romance. El galán en
cuestión también había ido acompañado, pero a diferencia de la rubia que no
deseaba ir sola, él en verdad había encontrado a alguien, que si bien no sé si
era especial, no despegaba su rostro de él, fundidos en un beso tras otro, como
si su respiración dependiera de la del otro.
Ese ligero detalle sumado a los constantes juegos de manos
que no buscaban disimular, tenían desquiciada a la rubia. Ella, la leona lo
había atrapado, había tardado un año, y ahora luego de dos meses de relación él
se divertía de lo lindo y ella, iba acompañada de un perdedor como yo, o al
menos eso es lo que ella pensaba.
-Yo te amo-
Me arriesgué a decir, añadiéndole dramatismo a la escena,
esperando que el sonido de dichas palabras tomara sentido y toda la velada se
solucionara de tal forma que yo terminara con la despampanante rubia y que todo
el mundo pudiera irse al carajo en ese mismo instante. No esperaba lo que ella
tenía preparado.
-Yo no te amo, y tú tampoco me amas, sólo soy un capricho
para ti-
Eso me dejó helado.
Dejando de lado mi amor propio que había recibido una patada
en los testículos al escuchar de sus carnosos labios esa verdad inequívoca de
la falta de amor que tenía hacia mí, lo que me cayó como un balde de agua helada, ironizando que ya me encontraba
empapado por la lluvia que caía sin tregua, fue el hecho de que considerada
todo lo que había hecho por ella como el fin para satisfacer un capricho.
¿Y si tenía razón? El mismo año que ella había gastado
cazando a dicho galán, yo había estado prendado de ella. Desde que esos ojos
azules me voltearon a ver, haciéndome sentir tan miserable y a la vez tan capaz
de realizar las gestas más grandes, hasta ahora que estábamos bajo una farola
de una calle sin nombre de una ciudad más.
Al escucharla decir esas palabras noté tantas cosas que se
me escapaban, detalles sin importancia que iban desde su afición por hablar en la
sala de cine, resaltando los sucesos obvios de la cinta, hasta ese lunar en la
esquina del labio que no había notado y que ahora la hacía ver menos atractiva.
Una venda había caído de mis ojos, en ese momento empecé a
verla como de verdad era y no como yo la soñaba, si bien era una mujer atractiva
y cuando no estaba iracunda, cuál personaje bíblico del Antiguo Testamento, era
agradable convivir con ella. Una parte de mi seguía enumerando todas las cosas
que me hacían estar loco por ello, sin embargo, en los archivos de mi
existencia aparecía una lista con todos los argumentos que mostraban el porqué
nunca estaríamos juntos.
Si bien era doloroso, se sentía un alivio que no había
sentido desde hace meses, como cuando te acomodan un hueso que dejó de estar en
su lugar, aquellos que nunca se hayan lastimado no entenderán la sensación.
Me limité sonreír.
-Tienes razón, no te amo… disculpa todas las molestias que te
pude provocar-.
Por primera vez ella me vio de manera distinta, ya no había
desprecio en sus ojos, fue una chispa de respeto hacia mí, o era un velo de
dignidad que cubría su mirada, lo que sea que haya sido sabía que era
suficiente para que yo pudiera continuar con mi vida…
Me ofrecí a acompañarla a su casa lo cual ella
aceptó, no hablamos durante el trayecto a su casa, nos despedimos con la
formalidad de un beso en la mejilla, al regresar al auto me llamó desde su
puerta, me despidió con una sonrisa, ella también sabía que no me volvería a
ver. Esa sonrisa fue su manera de darme las gracias por ese año de atenciones,
una disculpa por el no corresponderme y su manera de desarme suerte, sólo
asentí con la torpeza que los hombres como yo solemos hacer gala, volví a subir
el auto y conduje a través de las calles de esa ciudad, una ciudad más, en una
noche lluviosa más, donde dos personas que compartieron juntos, pasan a ser dos
desconocidos más.
martes, 10 de septiembre de 2013
Una pregunta....
-¿Por qué no me amas?
Ella lo pronunció como un suspiro, tan bajo, que tardé unos instantes en comprender que en realidad lo había dicho, pues luego de que la frase saliera de su boca se giró hacia mi y me sonrió sin malicia, como una chiquilla que espera escuchar una historia.
Después de todo ella no era una chiquilla; instantes antes lo había mostrado con creces como la más experimentada de las mujeres; volviéndome loco, sacando mi alma del cuerpo hasta que regresó en un gruñido gutural, en una exhalación. Ahora en esa calma que se presenta luego del orgasmo; en esos segundos en que el cerebro del macho de la especie a la que pertenecemos muestra una inusitada lucidez y llegamos a niveles casi espirituales; se atreve a sacarme del letargo con una pregunta tan fuera de lugar como sería un payaso de feria en medio de esa habitación de hotel que cuenta con luces opacas para ocultar la desnudez de los cuerpos.
Ambos estábamos desnudos; ella con toda la seguridad que sólo las mujeres poseen; de saber que había sido suyo. Si bien el machismo nos dice que el hombre posee a la mujer, todos sabemos que ellas con una sonrisa, un gesto, un guiño, un suspiro... nos tienen a sus pies dispuestos a barbaridad y media, y ellas con toda la lindura que las caracteriza siempre esperan que demos esa mitad que falta.
En mi caso, mi cuerpo no alcanzaba a revelar lo desnudo que me había dejado su pregunta, lo indefenso, sentado a la orilla de la cama esas cinco palabras retumbaban en mi cabeza una y otra vez, pronunciadas por cada una de las mujeres que habían formado parte de mi vida; con sus distintas entonaciones y por ende intenciones que iban desde la curiosidad, pasando por el reclamo, el enojo, la nostalgia, la tristeza e inclusive la burla.
Esa pregunta inocente con palabras predominantemente monosílabas encerraban un motivo. Esas palabras, ya sea a pares o por si solas reflejan algo de la naturaleza del ser tan intrínseco y que aceptamos de forma tan natural como el hecho de que respiramos, o que Newton tiene razón y si arrojas una manzana al aire probablemente la gravedad tenga la cortesía de acertarle a tu cabeza.
Traté de balbucear algo a modo de respuesta pero fui interrumpido por el movimiento que sentí, simplemente se había girado, pues no esperaba respuesta. Los instantes que me habían parecido eternos; entre que la pregunta decidió aventurarse por la habitación y mi ligero balbuceo; sólo habían tomado lo que mi cerebro había tardado en llevar electricidad de una neurona a otra para formar los pensamientos que me invaden, que al final lo griegos no estaban tan equivocados, pues el hombre básicamente es electricidad y el mayor hijo de puta que pudieran conocer los griegos se hacía llamar dios y podía controlar el rayo, por lo que en retrospectiva, hace que cada hombre sea una divinidad en si.
Si no esperaba respuesta ¿para qué lo había preguntado?, era un reproche en verdad, o simplemente era como la pequeña que arroja una piedra al agua para ver la reacción; era la duda de una niña al maestro que pregunta por genuino interés científico; o simplemente era un comentario tan bueno como cualquier otro luego de haber tenido relaciones. Al menos era más interesante que el estúpido "¿te gustó?". Nadie, nunca, o al menos eso supongo yo, había respondido que no, pues si bien no todo el sexo es bueno, como en toda actividad que esté involucrada el hombre hay una dejo de esperanza que nos hace creer que la próxima será mejor, después de todo no contentos con una Primera Guerra Mundial se nos ocurrió hacer la segunda parte.
Preguntarme sus motivos me regresaba a la pregunta que había hecho, y detenerme en las primeras dos palabras, que como buen quisquilloso del lenguaje sé que "porque" al ser pregunta se divide en "¿por qué?", sin embargo, su análisis debe ser como el de uno solo. ¿Por qué? Denota motivo, causa, en si era el meollo de toda la pregunta, sin ser lo principal, era el resultado que se espera, que puede hacernos ignorar lo realmente importante, el cómo se llega a ese resultado. Mis motivos para no amarla eran tan válidos como el de cualquier otro cretino, así como los motivos para desayunar cereal en lugar de huevos o atarme el zapato izquierdo antes del derecho, básicamente importaban una mierda.
Eso lleva a la tercera palabra de la cuestión y la segunda frase "me", lo que hacía que la pregunta regresara a la mujer que ahora cubría su cuerpo con una sábana y buscaba conciliar el sueño, descanso merecidamente ganado luego de las acciones realizadas anteriormente, acciones que aún invadían la habitación con ese aroma, esa sensación tan particular, que los que ya han tenido relaciones conocen y para los demás no tiene sentido tratar de explicar.
Después de todo, regresando al "me", como siempre se regresa a uno mismo, pues al final, eso es lo que realmente nos importa, nosotros mismos, lo que hacemos por los demás sólo es para ver qué reacción provoca en nosotros, reduciendo todo acto realizable a un motivo de egoísmo puro, ya sea reír, comer, dormir, cantar, llorar, odiar, amar.
"Amas", la última palabra, del verbo amar, del sustantivo amor, cuatro letras, dos vocales, dos consonantes. Fácil de pronunciar, tan difícil de decir, de sentir. Todos hemos amado alguna vez, ya sea a alguien más o a nosotros mismo, que si bien el "me" y "amas" se refería a ella, aplica a mi mismo. ¿Me amo a mí mismo? Esa cacofónica pregunta es la base de toda la literatura barata sobre autoestima y superación personal, y en ese momento no me sentía como un caballero de armadura oxidada para entrar en el tema.
Amor, amor es dejar el "me" fuera de toda ecuación y preocuparse por aquello que recibe mi amor. Amar es fácil, cuando se es correspondido, fluye como el dinero de un rico tratando de seducir a la mujer rubia de los generosos pechos. Cuando no se es correspondido eres aquel pobre diablo tratando de acostarse con la rubia interesada, simplemente miserable.
¿Por qué no la amo? ¿Alguna vez he sentido el amor? Por supuesto que lo he sentido, hacerme el tipo duro al más puro estilo de Bogart en Casablanca no me queda, que siendo justos, él tampoco soportó mucho el papel, pues todos sabemos lo que su personaje siente por el de Ingrid Bergman. Bogart se queda con el consuelo de que "Siempre tendremos París", al diablo París y la ciudad donde se encuentra el hotel en donde me encuentro y al diablo si se escucha mal esa última línea.
Él podrá tener París y yo sólo tengo la imagen de su rostro dibujando una sonrisa que cada vez luce más borroso, sólo tengo aquellos momentos fugaces tan dulces y apartados de la ferocidad y pasión de la que la habitación daba fe en estos momentos.
La recordaba ¿con dolor?, ¿con alegría?, ¿con nostalgia?, no lo sé, sólo la recordaba y en esos momentos no sabía si ése en verdad era su rostro o ése era el rostro que quise darle, mezclado con el de todas aquellas mujeres con las que había estado, con todas aquellas que en algún momento se hicieron esa pregunta.
Al final sólo me quedó sonreír como un idiota por la audacia de la pregunta, por lo simple de su estructura y las fuerzas que desataba, aquellos recuerdos, motivos y deseos que evocaba y que revolvía con el ímpetu de un huracán. ¿Por qué no me amas?, ¿cuántas veces yo podría haber preguntado lo mismo?
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