-Él no te ama-
La escena era idónea para una película romántica, una noche
lluviosa de ciudad, en una calle mal iluminada, ella se iba caminando, sabía
que no la volvería a ver, así que en un arrebato murmuré eso que daba vueltas
en mi consciencia desde hace tiempo, al escuchar por fin esas palabras me sentí
liberado para decirlas con más fuerza, con más firmeza.
-¡Él no te ama!-
Su cabellera rubia giró despacio, si, rubia para profundizar
en el cliché que me encontraba, iluminando todo a su alrededor, casi en cámara
lenta, hasta que sus profundos ojos azules me miraron con desdén, como siempre
lo había hecho, aunque ahora sumados con una ira y una fiereza de la leona,
depredadora por naturaleza, herida en su orgullo.
-¡Eso no te importa!-
Sabía que me había extralimitado, sin embargo, ella se moría
por un idiota, el confiado galán que nunca ha sido rechazado, que nunca se ha
tenido que esforzar pues lo ha tenido todo básicamente desde que sus padres
planearon tenerlo, o rompieron el condón, o cómo sea que el desgraciado haya
llegado al mundo.
La fiesta navideña aún nos recordaba el entorno en el que
estábamos enmarcados, dejando escapar tímidas notas de la vigorosa música que
los comensales disfrutaban. El único motivo por el que estaba ahí era porque
ella me había pedido que la acompañara y yo iluso esperaba el milagro navideño,
esperaba que fuera la fiesta donde todo se resolviera a mi favor, como en esas
estúpidas películas adolescentes norteamericanas.
Ahora estábamos frente a frente sobre el escenario más
romántico que los dioses o el demonio pudieron habernos concedido, aunque la
situación entre nosotros distaba de ser propicia para el romance. El galán en
cuestión también había ido acompañado, pero a diferencia de la rubia que no
deseaba ir sola, él en verdad había encontrado a alguien, que si bien no sé si
era especial, no despegaba su rostro de él, fundidos en un beso tras otro, como
si su respiración dependiera de la del otro.
Ese ligero detalle sumado a los constantes juegos de manos
que no buscaban disimular, tenían desquiciada a la rubia. Ella, la leona lo
había atrapado, había tardado un año, y ahora luego de dos meses de relación él
se divertía de lo lindo y ella, iba acompañada de un perdedor como yo, o al
menos eso es lo que ella pensaba.
-Yo te amo-
Me arriesgué a decir, añadiéndole dramatismo a la escena,
esperando que el sonido de dichas palabras tomara sentido y toda la velada se
solucionara de tal forma que yo terminara con la despampanante rubia y que todo
el mundo pudiera irse al carajo en ese mismo instante. No esperaba lo que ella
tenía preparado.
-Yo no te amo, y tú tampoco me amas, sólo soy un capricho
para ti-
Eso me dejó helado.
Dejando de lado mi amor propio que había recibido una patada
en los testículos al escuchar de sus carnosos labios esa verdad inequívoca de
la falta de amor que tenía hacia mí, lo que me cayó como un balde de agua helada, ironizando que ya me encontraba
empapado por la lluvia que caía sin tregua, fue el hecho de que considerada
todo lo que había hecho por ella como el fin para satisfacer un capricho.
¿Y si tenía razón? El mismo año que ella había gastado
cazando a dicho galán, yo había estado prendado de ella. Desde que esos ojos
azules me voltearon a ver, haciéndome sentir tan miserable y a la vez tan capaz
de realizar las gestas más grandes, hasta ahora que estábamos bajo una farola
de una calle sin nombre de una ciudad más.
Al escucharla decir esas palabras noté tantas cosas que se
me escapaban, detalles sin importancia que iban desde su afición por hablar en la
sala de cine, resaltando los sucesos obvios de la cinta, hasta ese lunar en la
esquina del labio que no había notado y que ahora la hacía ver menos atractiva.
Una venda había caído de mis ojos, en ese momento empecé a
verla como de verdad era y no como yo la soñaba, si bien era una mujer atractiva
y cuando no estaba iracunda, cuál personaje bíblico del Antiguo Testamento, era
agradable convivir con ella. Una parte de mi seguía enumerando todas las cosas
que me hacían estar loco por ello, sin embargo, en los archivos de mi
existencia aparecía una lista con todos los argumentos que mostraban el porqué
nunca estaríamos juntos.
Si bien era doloroso, se sentía un alivio que no había
sentido desde hace meses, como cuando te acomodan un hueso que dejó de estar en
su lugar, aquellos que nunca se hayan lastimado no entenderán la sensación.
Me limité sonreír.
-Tienes razón, no te amo… disculpa todas las molestias que te
pude provocar-.
Por primera vez ella me vio de manera distinta, ya no había
desprecio en sus ojos, fue una chispa de respeto hacia mí, o era un velo de
dignidad que cubría su mirada, lo que sea que haya sido sabía que era
suficiente para que yo pudiera continuar con mi vida…
Me ofrecí a acompañarla a su casa lo cual ella
aceptó, no hablamos durante el trayecto a su casa, nos despedimos con la
formalidad de un beso en la mejilla, al regresar al auto me llamó desde su
puerta, me despidió con una sonrisa, ella también sabía que no me volvería a
ver. Esa sonrisa fue su manera de darme las gracias por ese año de atenciones,
una disculpa por el no corresponderme y su manera de desarme suerte, sólo
asentí con la torpeza que los hombres como yo solemos hacer gala, volví a subir
el auto y conduje a través de las calles de esa ciudad, una ciudad más, en una
noche lluviosa más, donde dos personas que compartieron juntos, pasan a ser dos
desconocidos más.
tienes razón, no te amo..... :)
ResponderEliminarMuy bueno James!