martes, 10 de septiembre de 2013

Una pregunta....

-¿Por qué no me amas?

Ella lo pronunció como un suspiro, tan bajo, que tardé unos instantes en comprender que en realidad lo había dicho, pues luego de que la frase saliera de su boca se giró hacia mi y me sonrió sin malicia, como una chiquilla que espera escuchar una historia.

Después de todo ella no era una chiquilla; instantes antes lo había mostrado con creces como la más experimentada de las mujeres; volviéndome loco, sacando mi alma del cuerpo hasta que regresó en un gruñido gutural, en una exhalación. Ahora en esa calma que se presenta luego del orgasmo; en esos segundos en que el cerebro del macho de la especie a la que pertenecemos muestra una inusitada lucidez y llegamos a niveles casi espirituales; se atreve a sacarme del letargo con una pregunta tan fuera de lugar como sería un payaso de feria en medio de esa habitación de hotel que cuenta con luces opacas para ocultar la desnudez de los cuerpos.

Ambos estábamos desnudos; ella con toda la seguridad que sólo las mujeres poseen; de saber que había sido suyo. Si bien el machismo nos dice que el hombre posee a la mujer, todos sabemos que ellas con una sonrisa, un gesto, un guiño, un suspiro... nos tienen a sus pies dispuestos a barbaridad y media, y ellas con toda la lindura que las caracteriza siempre esperan que demos esa mitad que falta.

En mi caso, mi cuerpo no alcanzaba a revelar lo desnudo que me había dejado su pregunta, lo indefenso, sentado a la orilla de la cama esas cinco palabras retumbaban en mi cabeza una y otra vez, pronunciadas por cada una de las mujeres que habían formado parte de mi vida; con sus distintas entonaciones y por ende intenciones que iban desde la curiosidad, pasando por el reclamo, el enojo, la nostalgia, la tristeza e inclusive la burla.

Esa pregunta inocente con palabras predominantemente monosílabas encerraban un motivo. Esas palabras, ya sea a pares o por si solas reflejan algo de la naturaleza del ser tan intrínseco y que aceptamos de forma tan natural como el hecho de que respiramos, o que Newton tiene razón y si arrojas una manzana al aire probablemente la gravedad tenga la cortesía de acertarle a tu cabeza.

Traté de balbucear algo a modo de respuesta pero fui interrumpido por el movimiento que sentí, simplemente se había girado, pues no esperaba respuesta.  Los instantes que me habían parecido eternos; entre que la pregunta decidió aventurarse por la habitación y mi ligero balbuceo;  sólo habían tomado lo que mi cerebro había tardado en llevar electricidad de una neurona a otra para formar los pensamientos que me invaden, que al final lo griegos no estaban tan equivocados, pues el hombre básicamente es electricidad y el mayor hijo de puta que pudieran conocer los griegos se hacía llamar dios y podía controlar el rayo, por lo que en retrospectiva, hace que cada hombre sea una divinidad en si.

Si no esperaba respuesta ¿para qué lo había preguntado?, era un reproche en verdad, o simplemente era como la pequeña que arroja una piedra al agua para ver la reacción; era la duda de una niña al maestro que pregunta por genuino interés científico; o simplemente era un comentario tan bueno como cualquier otro luego de haber tenido relaciones. Al menos era más interesante que el estúpido "¿te gustó?". Nadie, nunca, o al menos eso supongo yo, había respondido que no, pues si bien no todo el sexo es bueno, como en toda actividad que esté involucrada el hombre hay una dejo de esperanza que nos hace creer que la próxima será mejor, después de todo no contentos con una Primera Guerra Mundial se nos ocurrió hacer la segunda parte.

Preguntarme sus motivos me regresaba a la pregunta que había hecho, y detenerme en las primeras dos palabras, que como buen quisquilloso del lenguaje sé que  "porque" al ser pregunta se divide en "¿por qué?", sin embargo, su análisis debe ser como el de uno solo. ¿Por qué? Denota motivo, causa, en si era el meollo de toda la pregunta, sin ser lo principal, era el resultado que se espera, que puede hacernos ignorar lo realmente importante, el cómo se llega a ese resultado. Mis motivos para no amarla eran tan válidos como el de cualquier otro cretino, así como los motivos para desayunar cereal en lugar de huevos o atarme el zapato izquierdo antes del derecho, básicamente importaban una mierda.

Eso lleva a la tercera palabra de la cuestión y la segunda frase "me", lo que hacía que la pregunta regresara a la mujer que ahora cubría su cuerpo con una sábana y buscaba conciliar el sueño, descanso merecidamente ganado luego de las acciones realizadas anteriormente, acciones que aún invadían  la habitación con ese aroma, esa sensación tan particular, que los que ya han tenido relaciones conocen y para los demás no tiene sentido tratar de explicar.

Después de todo, regresando al "me", como siempre se regresa a uno mismo, pues al final, eso es lo que realmente nos importa, nosotros mismos, lo que hacemos por los demás sólo es para ver qué reacción provoca en nosotros, reduciendo todo acto realizable a un motivo de egoísmo puro, ya sea reír, comer, dormir, cantar, llorar, odiar, amar.

"Amas", la última palabra, del verbo amar, del sustantivo amor, cuatro letras, dos vocales, dos consonantes. Fácil de pronunciar, tan difícil de decir, de sentir. Todos hemos amado alguna vez, ya sea a alguien más o a nosotros mismo, que si bien el "me" y "amas" se refería a ella, aplica a mi mismo. ¿Me amo a mí mismo? Esa cacofónica pregunta es la base de toda la literatura barata sobre autoestima y superación personal, y en ese momento no me sentía como un caballero de armadura oxidada para entrar en el tema.

Amor, amor es dejar el "me" fuera de toda ecuación y preocuparse por aquello que recibe mi amor. Amar es fácil, cuando se es correspondido, fluye como el dinero de un rico tratando de seducir a la mujer rubia de los generosos pechos. Cuando no se es correspondido eres aquel pobre diablo tratando de acostarse con la rubia interesada, simplemente miserable.

¿Por qué no la amo? ¿Alguna vez he sentido el amor? Por supuesto que lo he sentido, hacerme el tipo duro al más puro estilo de Bogart en Casablanca no me queda, que siendo justos, él tampoco soportó mucho el papel, pues todos sabemos lo que su personaje siente por el de Ingrid Bergman. Bogart se queda con el consuelo de que "Siempre tendremos París", al diablo París y la ciudad donde se encuentra el hotel en donde me encuentro y al diablo si se escucha mal esa última línea. 

Él podrá tener París y yo sólo tengo la imagen de su rostro dibujando una sonrisa que cada vez luce más borroso, sólo tengo aquellos momentos fugaces tan dulces y apartados de la ferocidad y pasión de la que la habitación daba fe en estos momentos. 

La recordaba ¿con dolor?, ¿con alegría?, ¿con nostalgia?, no lo sé, sólo la recordaba y en esos momentos no sabía si ése en verdad era su rostro o ése era el rostro que quise darle, mezclado con el de todas aquellas mujeres con las que había estado, con todas aquellas que en algún momento se hicieron esa pregunta. 
Al final sólo me quedó sonreír como un idiota por la audacia de la pregunta, por lo simple de su estructura y las fuerzas que desataba, aquellos recuerdos, motivos y deseos que evocaba y que revolvía con el ímpetu de un huracán. ¿Por qué no me amas?, ¿cuántas veces yo podría haber preguntado lo mismo?

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