lunes, 23 de diciembre de 2013

Dos desconocidos más


-Él no te ama-

La escena era idónea para una película romántica, una noche lluviosa de ciudad, en una calle mal iluminada, ella se iba caminando, sabía que no la volvería a ver, así que en un arrebato murmuré eso que daba vueltas en mi consciencia desde hace tiempo, al escuchar por fin esas palabras me sentí liberado para decirlas con más fuerza, con más firmeza.

-¡Él no te ama!-

Su cabellera rubia giró despacio, si, rubia para profundizar en el cliché que me encontraba, iluminando todo a su alrededor, casi en cámara lenta, hasta que sus profundos ojos azules me miraron con desdén, como siempre lo había hecho, aunque ahora sumados con una ira y una fiereza de la leona, depredadora por naturaleza, herida en su orgullo.

-¡Eso no te importa!-

Sabía que me había extralimitado, sin embargo, ella se moría por un idiota, el confiado galán que nunca ha sido rechazado, que nunca se ha tenido que esforzar pues lo ha tenido todo básicamente desde que sus padres planearon tenerlo, o rompieron el condón, o cómo sea que el desgraciado haya llegado al mundo.

La fiesta navideña aún nos recordaba el entorno en el que estábamos enmarcados, dejando escapar tímidas notas de la vigorosa música que los comensales disfrutaban. El único motivo por el que estaba ahí era porque ella me había pedido que la acompañara y yo iluso esperaba el milagro navideño, esperaba que fuera la fiesta donde todo se resolviera a mi favor, como en esas estúpidas películas adolescentes norteamericanas.

Ahora estábamos frente a frente sobre el escenario más romántico que los dioses o el demonio pudieron habernos concedido, aunque la situación entre nosotros distaba de ser propicia para el romance. El galán en cuestión también había ido acompañado, pero a diferencia de la rubia que no deseaba ir sola, él en verdad había encontrado a alguien, que si bien no sé si era especial, no despegaba su rostro de él, fundidos en un beso tras otro, como si su respiración dependiera de la del otro.

Ese ligero detalle sumado a los constantes juegos de manos que no buscaban disimular, tenían desquiciada a la rubia. Ella, la leona lo había atrapado, había tardado un año, y ahora luego de dos meses de relación él se divertía de lo lindo y ella, iba acompañada de un perdedor como yo, o al menos eso es lo que ella pensaba.

-Yo te amo-

Me arriesgué a decir, añadiéndole dramatismo a la escena, esperando que el sonido de dichas palabras tomara sentido y toda la velada se solucionara de tal forma que yo terminara con la despampanante rubia y que todo el mundo pudiera irse al carajo en ese mismo instante. No esperaba lo que ella tenía preparado.

-Yo no te amo, y tú tampoco me amas, sólo soy un capricho para ti-

Eso me dejó helado.

Dejando de lado mi amor propio que había recibido una patada en los testículos al escuchar de sus carnosos labios esa verdad inequívoca de la falta de amor que tenía hacia mí, lo que me cayó como un balde  de agua helada, ironizando que ya me encontraba empapado por la lluvia que caía sin tregua, fue el hecho de que considerada todo lo que había hecho por ella como el fin para satisfacer un capricho.

¿Y si tenía razón? El mismo año que ella había gastado cazando a dicho galán, yo había estado prendado de ella. Desde que esos ojos azules me voltearon a ver, haciéndome sentir tan miserable y a la vez tan capaz de realizar las gestas más grandes, hasta ahora que estábamos bajo una farola de una calle sin nombre de una ciudad más.

Al escucharla decir esas palabras noté tantas cosas que se me escapaban, detalles sin importancia que iban desde su afición por hablar en la sala de cine, resaltando los sucesos obvios de la cinta, hasta ese lunar en la esquina del labio que no había notado y que ahora la hacía ver menos atractiva.

Una venda había caído de mis ojos, en ese momento empecé a verla como de verdad era y no como yo la soñaba, si bien era una mujer atractiva y cuando no estaba iracunda, cuál personaje bíblico del Antiguo Testamento, era agradable convivir con ella. Una parte de mi seguía enumerando todas las cosas que me hacían estar loco por ello, sin embargo, en los archivos de mi existencia aparecía una lista con todos los argumentos que mostraban el porqué nunca estaríamos juntos.

Si bien era doloroso, se sentía un alivio que no había sentido desde hace meses, como cuando te acomodan un hueso que dejó de estar en su lugar, aquellos que nunca se hayan lastimado no entenderán la sensación.

Me limité  sonreír.

-Tienes razón, no te amo… disculpa todas las molestias que te pude provocar-.

Por primera vez ella me vio de manera distinta, ya no había desprecio en sus ojos, fue una chispa de respeto hacia mí, o era un velo de dignidad que cubría su mirada, lo que sea que haya sido sabía que era suficiente para que yo pudiera continuar con mi vida…

Me ofrecí a acompañarla a su casa lo cual ella aceptó, no hablamos durante el trayecto a su casa, nos despedimos con la formalidad de un beso en la mejilla, al regresar al auto me llamó desde su puerta, me despidió con una sonrisa, ella también sabía que no me volvería a ver. Esa sonrisa fue su manera de darme las gracias por ese año de atenciones, una disculpa por el no corresponderme y su manera de desarme suerte, sólo asentí con la torpeza que los hombres como yo solemos hacer gala, volví a subir el auto y conduje a través de las calles de esa ciudad, una ciudad más, en una noche lluviosa más, donde dos personas que compartieron juntos, pasan a ser dos desconocidos más.

martes, 10 de septiembre de 2013

Una pregunta....

-¿Por qué no me amas?

Ella lo pronunció como un suspiro, tan bajo, que tardé unos instantes en comprender que en realidad lo había dicho, pues luego de que la frase saliera de su boca se giró hacia mi y me sonrió sin malicia, como una chiquilla que espera escuchar una historia.

Después de todo ella no era una chiquilla; instantes antes lo había mostrado con creces como la más experimentada de las mujeres; volviéndome loco, sacando mi alma del cuerpo hasta que regresó en un gruñido gutural, en una exhalación. Ahora en esa calma que se presenta luego del orgasmo; en esos segundos en que el cerebro del macho de la especie a la que pertenecemos muestra una inusitada lucidez y llegamos a niveles casi espirituales; se atreve a sacarme del letargo con una pregunta tan fuera de lugar como sería un payaso de feria en medio de esa habitación de hotel que cuenta con luces opacas para ocultar la desnudez de los cuerpos.

Ambos estábamos desnudos; ella con toda la seguridad que sólo las mujeres poseen; de saber que había sido suyo. Si bien el machismo nos dice que el hombre posee a la mujer, todos sabemos que ellas con una sonrisa, un gesto, un guiño, un suspiro... nos tienen a sus pies dispuestos a barbaridad y media, y ellas con toda la lindura que las caracteriza siempre esperan que demos esa mitad que falta.

En mi caso, mi cuerpo no alcanzaba a revelar lo desnudo que me había dejado su pregunta, lo indefenso, sentado a la orilla de la cama esas cinco palabras retumbaban en mi cabeza una y otra vez, pronunciadas por cada una de las mujeres que habían formado parte de mi vida; con sus distintas entonaciones y por ende intenciones que iban desde la curiosidad, pasando por el reclamo, el enojo, la nostalgia, la tristeza e inclusive la burla.

Esa pregunta inocente con palabras predominantemente monosílabas encerraban un motivo. Esas palabras, ya sea a pares o por si solas reflejan algo de la naturaleza del ser tan intrínseco y que aceptamos de forma tan natural como el hecho de que respiramos, o que Newton tiene razón y si arrojas una manzana al aire probablemente la gravedad tenga la cortesía de acertarle a tu cabeza.

Traté de balbucear algo a modo de respuesta pero fui interrumpido por el movimiento que sentí, simplemente se había girado, pues no esperaba respuesta.  Los instantes que me habían parecido eternos; entre que la pregunta decidió aventurarse por la habitación y mi ligero balbuceo;  sólo habían tomado lo que mi cerebro había tardado en llevar electricidad de una neurona a otra para formar los pensamientos que me invaden, que al final lo griegos no estaban tan equivocados, pues el hombre básicamente es electricidad y el mayor hijo de puta que pudieran conocer los griegos se hacía llamar dios y podía controlar el rayo, por lo que en retrospectiva, hace que cada hombre sea una divinidad en si.

Si no esperaba respuesta ¿para qué lo había preguntado?, era un reproche en verdad, o simplemente era como la pequeña que arroja una piedra al agua para ver la reacción; era la duda de una niña al maestro que pregunta por genuino interés científico; o simplemente era un comentario tan bueno como cualquier otro luego de haber tenido relaciones. Al menos era más interesante que el estúpido "¿te gustó?". Nadie, nunca, o al menos eso supongo yo, había respondido que no, pues si bien no todo el sexo es bueno, como en toda actividad que esté involucrada el hombre hay una dejo de esperanza que nos hace creer que la próxima será mejor, después de todo no contentos con una Primera Guerra Mundial se nos ocurrió hacer la segunda parte.

Preguntarme sus motivos me regresaba a la pregunta que había hecho, y detenerme en las primeras dos palabras, que como buen quisquilloso del lenguaje sé que  "porque" al ser pregunta se divide en "¿por qué?", sin embargo, su análisis debe ser como el de uno solo. ¿Por qué? Denota motivo, causa, en si era el meollo de toda la pregunta, sin ser lo principal, era el resultado que se espera, que puede hacernos ignorar lo realmente importante, el cómo se llega a ese resultado. Mis motivos para no amarla eran tan válidos como el de cualquier otro cretino, así como los motivos para desayunar cereal en lugar de huevos o atarme el zapato izquierdo antes del derecho, básicamente importaban una mierda.

Eso lleva a la tercera palabra de la cuestión y la segunda frase "me", lo que hacía que la pregunta regresara a la mujer que ahora cubría su cuerpo con una sábana y buscaba conciliar el sueño, descanso merecidamente ganado luego de las acciones realizadas anteriormente, acciones que aún invadían  la habitación con ese aroma, esa sensación tan particular, que los que ya han tenido relaciones conocen y para los demás no tiene sentido tratar de explicar.

Después de todo, regresando al "me", como siempre se regresa a uno mismo, pues al final, eso es lo que realmente nos importa, nosotros mismos, lo que hacemos por los demás sólo es para ver qué reacción provoca en nosotros, reduciendo todo acto realizable a un motivo de egoísmo puro, ya sea reír, comer, dormir, cantar, llorar, odiar, amar.

"Amas", la última palabra, del verbo amar, del sustantivo amor, cuatro letras, dos vocales, dos consonantes. Fácil de pronunciar, tan difícil de decir, de sentir. Todos hemos amado alguna vez, ya sea a alguien más o a nosotros mismo, que si bien el "me" y "amas" se refería a ella, aplica a mi mismo. ¿Me amo a mí mismo? Esa cacofónica pregunta es la base de toda la literatura barata sobre autoestima y superación personal, y en ese momento no me sentía como un caballero de armadura oxidada para entrar en el tema.

Amor, amor es dejar el "me" fuera de toda ecuación y preocuparse por aquello que recibe mi amor. Amar es fácil, cuando se es correspondido, fluye como el dinero de un rico tratando de seducir a la mujer rubia de los generosos pechos. Cuando no se es correspondido eres aquel pobre diablo tratando de acostarse con la rubia interesada, simplemente miserable.

¿Por qué no la amo? ¿Alguna vez he sentido el amor? Por supuesto que lo he sentido, hacerme el tipo duro al más puro estilo de Bogart en Casablanca no me queda, que siendo justos, él tampoco soportó mucho el papel, pues todos sabemos lo que su personaje siente por el de Ingrid Bergman. Bogart se queda con el consuelo de que "Siempre tendremos París", al diablo París y la ciudad donde se encuentra el hotel en donde me encuentro y al diablo si se escucha mal esa última línea. 

Él podrá tener París y yo sólo tengo la imagen de su rostro dibujando una sonrisa que cada vez luce más borroso, sólo tengo aquellos momentos fugaces tan dulces y apartados de la ferocidad y pasión de la que la habitación daba fe en estos momentos. 

La recordaba ¿con dolor?, ¿con alegría?, ¿con nostalgia?, no lo sé, sólo la recordaba y en esos momentos no sabía si ése en verdad era su rostro o ése era el rostro que quise darle, mezclado con el de todas aquellas mujeres con las que había estado, con todas aquellas que en algún momento se hicieron esa pregunta. 
Al final sólo me quedó sonreír como un idiota por la audacia de la pregunta, por lo simple de su estructura y las fuerzas que desataba, aquellos recuerdos, motivos y deseos que evocaba y que revolvía con el ímpetu de un huracán. ¿Por qué no me amas?, ¿cuántas veces yo podría haber preguntado lo mismo?

martes, 26 de marzo de 2013

Y van 19 días y faltan 481 noches.

Don Joaquín Sabina nos dijo que tardó en aprender a olvidarla 19 días y 500 noches. Los 19 días han pasado ya, y las noches parecen ser más cortas, sin embargo, como la niebla que se forma en algunas madrugadas su recuerdo decide aparecerse para abrir las cicatrices que empiezan a cerrarse, sin abrirlas de todo, sólo provocando un ligero ardor, arrancando las costras que necias volverán a crecer.

En la miopía intrínseca con la que solemos hacer retrospectiva de nuestro propio existir asignamos la clasificación de héroes a nuestras propias personas y de villanas a todas aquellas que nos haya lastimado y sin poder vencer en combate épico optamos por soluciones menos cinematográficas como don Joaquín bien propone, "el olvido".

¿Por qué condenar a destino tan frío a una persona que en su momento pudo llenar nuestros corazones de calor? ¿Por qué desprendernos de los momentos felices que pudieron existir junto con los momentos de dicha? ¿Vale el precio? No lo sé, simplemente es más sencillo olvidar.

Y es que la ausencia ayuda al olvido, desgastando los recuerdos cual mar golpeando incesante la piedra, borrando sus formas, dejándola lisa, difuminando su rostro, llevándoselo con la espuma, confundiendo todos los rostros de aquellas a las que he querido, con las que he soñado, que he herido, que me han herido, mezclando todas las carcajadas que les he provocado con el golpeteo de las olas, perdiéndose con el estruendo de la tormenta que limpiará la costa al terminar de destruirla.

Curiosamente los días pasan fáciles, con la sucesión de las personas que siguen ahí para nosotros, que van desde un insulso dedo levantado en muestra de apoyo en la red social de nuestra preferencia hasta aquellos que son verdaderos pilares en que construimos nuestro día a día, que cuál sol, sin importar las nubes, están ahí cada día para alejar la oscuridad y todo lo que conlleva.

Las noches son las que representan un verdadero reto, pues los demonios aceptan dichosos la tregua que la luz les brinda para torturar con sus voces tan parecidas a nuestras propias voces que imperturbables expresan las preguntas que no queremos oír, que no sabemos responder, preguntas sobre el pasado en su mayoría, los inservibles "hubiera" se repiten de a pregunta formando un coro infernal que algunas noches no te deja conciliar el sueño y algunas otras te arrulla como una sádica canción de cuna.

Al final el olvido tal vez permita sanar, pero evita aprender, pues al final somos animales de costumbres, que no dudaremos en entregar nuestro corazón y otras extensiones de nuestro cuerpo y alma a una cara bonita, de la cual una vez más no sabremos sus intenciones y menos aún los resultados, que el dolor provocado sin intención sigue doliendo.

Olvidar es algo personal, pero nunca dudamos en compartirlo, sin revelarlo, sólo grabando sobre las heridas de nuestra alma aquellos arañazos en la espalda provocados en encuentro fugaces, ocultando las risas de los días felices bajo los sonidos que se arrebatan al silencio cuando dos seres se entregan al placer limitado al cuerpo, que busca arrancar los besos y caricias hechas al alma con besos y caricias hechas a la carne.

Por más que intentemos llenar ese espacio que deja el olvido, al final siempre quedará una cicatriz, grande, pequeña, pero se quedará ahí, para siempre, grabada en nuestra esencia que nos acompañará hasta el fin de los tiempos, cicatriz que no dolerá, que provocará una sonrisa al recordarla, pues esa cicatriz será una evidencia del amor que dimos, y tal vez, sólo tal vez, del que recibimos.


viernes, 22 de marzo de 2013

Bloqueo de escritor.

Básicamente no sé sobre qué carajos escribir. Este blog ha sido un espacio donde he compartido distintas inquietudes, acontecimientos de mi vida, sueños, ilusiones y demás cursilerías, algunos chascarrillos entre otras cosas y me llena de pesar verlo tan abandonado. 

Podría culpar a las musas que han decidido abandonarme, podría culpar al trabajo que absorbe gran parte de mi tiempo, podría culparla a ella, podría culpar a la monotonía en la que vivo al día a día, a la falta de inspiración, a la crisis mundial, a los Illuminati o a las huestes de Cthulhu, sin embargo, al final, este espacio es responsabilidad mía.

Hacer la promesa de que trataré de escribir más seguido podría involucrar la egolatría de comprometerme con un supuesto lector que podría interesarse por el contenido que puedo generar, lector que dudo que exista, por lo que dicha promesa sería para conmigo. 

Prometer es tan sencillo, cumplir es virtualmente imposible, aún más si a la persona a la que le haces la promesa no te deja cumplirla. En lo que ahora nos concierne sería irrelevante e irónico prometerme cosas a mi mismo a vista de todos; repitiendo, en el supuesto de que haya un "todos" que me lea; bellaca fanfarronería que podría estar acorde o no con mi persona.

Retomando el título de esta humilde entrada, y contradiciéndome como tradicionalmente hago, esto es un pretexto vil para establecer mi ausencia de mi propio dominio, cuál rey sin interés por los asuntos de su propio reino, nótese la influencia de estar leyendo "La canción de hielo y fuego".

Pese a todo es grata la forma en que se flexionan mis dedos al golpear furiosamente las teclas de mi portátil para saturar un poco más nuestra super carretera de la información o desinformación según sea el uso que le brinde el cada cuál.

Sin más por el momento me retiro con un cordial saludo, esperando, como sólo el amor propio puedae esperar, que noten mi ausencia y anhelen las escuetas entradas que suelo realizar.


jueves, 24 de enero de 2013

Ya ni pedo.


En México cuando pasa una situación que parece inevitable solemos enfrentarla con una frase muy común, el   famoso "ni pedo", en una actitud estoica valemadrista digna de nuestra raza de bronces, sin embargo, no es un conjunto de palabras que se distinga por su clase y elegancia, a continuación les daré algunos sustitutos para todos los gusto.

  • Ni Pepper, Dr.
  • Ni Paper, Mario.
  • Ni Pep, Guardiola.
  • Ni Pepe, Madrid.
  • Ni Pippin, Merry.
  • Ni Pedro, Páramo.
  • Ni Persia, príncipe.
  • Ni Penny, Leonard.
  • Ni Peggy, René (que se jodan con eso de Kermit).
  • Ni Perseo, Medusa.
  • Ni Pegaso, Seiya.
  • Ni PEMEX, CFE.
  • Ni Peña, AMLO.
  • Ni Pedro, Vilma.

  • Ni Pebbles, Bam Bam.
  • Ni Pete Best, Beatles.
  • Ni Peter, Parker.
  • Ni Pérez, Prado.
  • Ni pidgey, pikachu.
  • Ni Pearl, Jam.
  • Ni pera, manzana.
  • Ni PHP, HTML.
  • Ni Pyp, Warlock.
  • Ni Padme, Anakin.
  • Ni Pacman, Blinky.
  • Ni Poseidón, Zeus.
  • Ni Pinky, Cerebro.
  • Ni Pritt, tijeras.
  • Ni Patch, Adams.
  • Ni Pictionary, Monopoly.
  • Ni Pendragn, Arturo.
  • Ni Perry, Phineas.
  • Ni Percy, Weasly.
  • Ni pollito, vaca.
  • Ni Paz, Espinoza.
  • Ni Prosser, Ayudante de Santa.
  • Ni Patiño, Bob.

Espero alguna les agrade y se escuchan más sugerencias.

miércoles, 16 de enero de 2013

Y seguimos aquí

Hoy cumple años este sitio.

En teoría un año más sólo es conmemorar que la Tierra se encuentra aproximadamente en el mismo sitio que estaba con respecto al Sol hace 365 días, para algunos es un hecho especial, para otros un día normal. En lo personal creo que es importante llevar un registro de ese tiempo que ha pasado, aprovecharlo para reflexionar y aprender, tanto de los triunfos como de los fracasos.

El aniversario del blog es en fechas cercanas al aniversario de mi propio natalicio, por lo que aprovecho este espacio para reflexionar mis logros y tropiezos a nivel general, resaltando un poco mi labor como escritor, fundador y administrador de esta página.

Como creador en este blog fue un año de retroceso, con una actividad casi nula en este medio, sin embargo, quisiera pensar que compensé cantidad con calidad pues escribí uno de mis escritos favoritos (Lo que he aprendido.), sin embargo, también quiero extenderles una disculpa por esa poca actividad. A manera de pretexto incursioné en el ámbito de los podcast, en un proyecto que permanece intermitente, que se  buscó mantener con vida en forma de blog, y en el cual tuve mayor actividad (Proyecto 9601).

En lo personal fue un año vertiginoso, lleno de sucesos que marcarán el resto de mis días, con logros profesionales y laborales, lleno de bendiciones, donde reafirmé el cariño de familiares y amigos con los cuáles estoy y estaré por siempre infinitamente agradecido. Fue un año de nuevas experiencias, donde viajé, donde aprendí, donde amé, donde gané y donde perdí. 

En el aspecto sentimental mi vida siguió la tónica de años anteriores detenido en un ciclo maldito que espero un día acabe, en el cuál arrastré a personas inocentes y con las cuáles nunca acabaré de disculparme, en general ha sido una noche oscura, pero es momento de empezar a buscar la luz.

En general y a pesar de todo fue un buen año, como todos los son, pues a pesar de todo seguimos aquí, con la oportunidad de ser mejores.


miércoles, 2 de enero de 2013

Un balón, dos porterías, veintidós jugadores y un millón de ilusiones.

Mucha gente lo detesta, eso es innegable, dicen que le falta agresividad, que le falta estrategia y mil y un argumentos más. No escribo esto para convencerlos de lo contrario. El motivo es tratar de transmitirles todos esos sentimientos que provoca el deporte más popular del mundo.
La magia nace de un acto tan simple como patear un balón, ese en el caso "ideal", pues muchos hemos llegado a "practicar" este deporte pateando una lata, un envase o cualquier otra cosa. El "esférico" es lo de menos, la sensación es la misma, el espíritu es el mismo, el objetivo es el mismo, llevar el balón a la meta contraria cruzando por esos tres postes, y evitando que el balón cruce la tuya.
Es una ambigüedad fascinante esa lucha por mantener el balón, por hacerlo tuyo, evitar que el rival ensucie tu inmaculado juego que se hila cual fina red de araña y al menor error, desaparecer por completo. A su vez existe el deseo de regalárselo al rival, que quede en la posteridad como una cicatriz recordada en un marcador que pocas veces refleja la intensidad de lo que pasa en la cancha.
Las reglas dictan que deben ser al menos 90 minutos de esa agonía, donde como aficionado sufres la mayor parte del tiempo. Nos guste admitirlo o no, el fútbol la mayor parte del tiempo es sufrimiento, a diferencia de otros deportes, el marcador rara vez es abultado, por lo que cada anotación se disfruta como una ligera llovizna en el desierto, sin importar si nace de los botines de un delantero; de la genialidad de un medio; del valor de un defensa; de la espontaneidad y de la gallardía de un portero; o del error de un rival, recorrerá cada fibra de nuestro ser y se elevará al cielo sin importar si es una o mil voces las que gritan ¡GOL!. Se elevará para vivir por siempre en los corazones de los aficionados, jugadores, entrenadores, baloneros y de todos los que conforman y aman este deporte.
El fútbol también es libertad, a pesar de la estrategia que suele plantearse cada jugador puede hacer lo que le venga en gana, inclusive el portero, del cuál podríamos creer que los guantes lo unen como grilletes a la portería, puede osar aventurarse por los 110x75 metros que mide la cancha; por lo que podrás ver incansables medios comandando a la defensiva o a la ofensiva; a delanteros persiguiendo al rival para que no haga daño en su propia meta o a defensores ofender de la manera más elegante posible, marcando un gol.
Además el fútbol es igualdad, no distingue entre nacionalidades, credos, razas, géneros o cualquier otra insulsa división que solemos establecer por creencias banales. Está dispuesto a abrirle las puertas a cualquiera y volverlo una leyenda.
También es unión, once mentes con un mismo objetivo, que se llenan de dicha ante cara victoria y que juntos enfrentan con dignidad la derrota. En este sentido se ve un fenómeno particular, donde el color de la casaca puede unir a compatriotas divididos por los colores de un club. División que debe existir en el deporte para fomentar la competencia, pero que se debe de olvidar para seguir respetando al rival, que si bien podrán vestir colores distintos, pero nunca se debe olvidar que se ama el mismo deporte.

Deportes hay muchos, y cada uno genera la misma pasión en cada uno de sus seguidores, sin embargo, el soccer (como lo llaman los pedantes que no pueden reconocer su popularidad) tiene una magia especial que ningún otro deporte ha encontrado, una magia que siempre nos dará la esperanza de que nunca deje de rodar el balón.