viernes, 27 de mayo de 2011

Pretextos

Siempre es más fácil dar un pretexto a asumir nuestra responsabilidad, pero debemos reconocer que existen algunos muy originales, a continuación una lista de algunos:

Pretextos generales



  1. No era yo, fue mi hermano gemelo malvado.

  2. No es mi culpa, estaba siendo poseído por un demonio.

  3. Estaba siendo controlado mentalmente por una raza alienígena malvada.

  4. Mi religión me lo prohíbe.

  5. Estaba borracho (el alcoholismo es un problema serio).

  6. No tengo dinero.

Pretextos para no salir con alguien.



  1. Tengo novio.

  2. Ese día se muere mi abuela (ese se lo escuché a un tipo).

  3. Ese día tengo partido (aunque no practiques ningún deporte).

  4. Tengo que entregar un trabajo.

  5. No me gusta ir al cine.

  6. Saldré con la familia.

  7. No me dejan salir sola.

Pretextos para cortar.



  1. No eres tú, soy yo.

  2. No eres tú, soy yo, me merezco algo mejor.

  3. Lo que pasa es que uniré a la marina.

  4. Necesito un tiempo.

  5. Estoy confundido.

  6. Sólo te veo como amigo.

  7. Deberíamos ver a otras personas.

  8. Soy homosexual.

  9. Ahora no busco una relación.

  10. Me iré a vivir a Noruega.

  11. Vengo del futuro y debo regresa a mi tiempo.

  12. Soy un fantasma que cada 100 años regresa de la muerte y gracias a tu amor ahora puedo descansar en paz.

Pretextos cuando no haces la tarea.



  1. Se la comió mi perro.

  2. Nadie me avisó.

  3. Me asaltaron en el camión y sólo se llevaron mi tarea.

Se aceptan más sugerencias.

domingo, 8 de mayo de 2011

Prólogo

¿Qué tal? La historia inicia y lo que fue un boceto ahora es un prólogo, sólo se incluyen un par de cosas nuevas. Espero sea de su agrado.

Mi nombre, a ti no te interesa mi nombre, pero puedes llamarme Rosco. ¿Qué hago aquí? Beber un vaso de ron y fumar un cigarro mientras espero sentado en la barra de este bar llamado "El Eterno", curioso nombre para un lugar como este. ¿Esperabas una respuesta más filósofica a la pregunta de ¿qué hago aquí?, pues no la esperes de mí.

Es un día como cualquier otro, el bar lleno de gente, más no se escucha mucho alboroto, la mayoría son viejos, mutilados, alcohólicos, el desperdicio de años y años de una vieja ciudad.

En aquella esquina "el Profesor" interroga a algunos comensales que jugaban cartas, cuestionándolos sobre si la "e" es una vocal fuerte o débil, no tardarán mucho en pedirle cordialmente que se retire, sólo un puñetazo, algunos gritos. No lo llamamos el profesor por ser el más brillante, de hecho es una mofa bastante cruel, pues sólo es una víctima más de toda la mierda que pasa en esta ciudad.

El tipo recibió una bala en la cabeza, debió morir, como héroe, ahora sólo es una caricatura que demuestra lo irónico que es la vida, que se dedica a balbucear temas que escucha de la maestra que vive en el departamento de abajo del edificio viejo donde vive, la cual todos los días ensaya sus clases. Viste un sueter de rayas horizontales de color negro con rojo, que no alcanza a cubrir su barriga, es lampiño, bajo de estatura y la bebida le pone las mejillas coloradas dándole un aspecto infantil que causa la lástima de algunos que por simpatía o miedo a terminar así le invitan un trago de vez en cuando o le regalan alguna moneda.

En una de las mesas del centro se encuentra "el Abuelo", es el más viejo de todos, vistiendo con una elegancia única, pero pasada de moda, luciéndo una extremada delgadez, con los pocos cabellos que se niegan a abandonar su cabeza perfectamente peinados y el bigote finamente recortado, tratando de esconder una vieja cicatriz, que ofende la vanidad del anciano.

Presume de conocer todo lo necesario del negocio, de haber trabajado con todos los grandes, de ser una leyenda, yo sólo veo a un estúpido borracho, que cuál mono cilindero entretendrá a cualquiera que esté dispuesto a escuchar sus historias a cambio de invitarle unos tragos, desgraciadamente veo un espejo de lo que no me quiero convertir, después de todo él es el más claro de ejemplo de que nuestra profesión no tiene plan de jubilación.

Nuestra profesión sólo tiene dos finales, terminar asesinado como un perro o hacerse viejo, rico, tener una familia y dejarla llena de lujos para morir como un rey, en campaña o de viejo. Como sea no saldrás vivo, certeza que tenemos todos, sin embargo, en nuestra profesión son pocos los que consiguen fortuna, la mayoría acabamos muertos. "El Abuelo" debió haber muerto, era bastante débil, confiado y tan falto de iniciativa que tal vez eso lo orilló a no morir.

Desgraciadamente un soldado viejo no le sirve a nadie, aunque no lo crean somos soldados, no servimos a naciones ni gobiernos, pero si obedecemos órdenes y respetamos jerarquías, sólo que en lugar de obedecer a tipos con medallas y uniformes vistosos, servimos a gente con dinero y trajes caros, somos sicarios, matones, guardaespaldas, la crema y nata al servicio de la mafia, al menos yo aún soy parte del juego a diferencia de los perdedores que se reunen en este bar. ¿Por qué vengo a este bar? Nadie causa conflictos aquí, se le respeta como si fuera un asilo de veteranos, después de todo no por nada es "El Eterno", además sirven un escocés que tiene un buen sabor a pesar de ser de mala calidad.

El cantinero se acerca a Rosco, le cuchichea unas palabras, Rosco deja unas monedas en la barra, se levanta con una agilidad impresionante para su complexión y se dirige a la salida sin mirar a nadie, sólo alcanza a oir los gritos, los tipos de la mesa de la esquina por fin se aburrieron de "el Profesor" y lo alejan a patadas de su mesa. Rosco sólo tuerce el labio en un sincero gesto de tristeza y piensa: "Fueron lo suficiente corteses al no darle un balazo o acuchillarlo, pero lo bastante crueles como para no matarlo de una buena vez".

Rosco sale del bar y camina con paso firme pero de prisa al automóvil que se encuentra estacionado bajo una farola. Es un automóvil de color oscuro, discreto, pero que tiene el motor modificado para ser más veloz, cosa que ha sido de utilidad en algunos trabajos. Las placas son falsas, de un auto robado en otro estado. Sentado en el cofre se encuentra un joven de 20 años, su cabello pelirrojo peinado con precisión, perfectamente rasurado, viste camisa blanca con tirantes, un pantalón oscuro y sus zapatos perfectamente boleados. En la comisura de los labios se encuentra un cigarrillo a punto de morir, y en las manos tiene el periódico del día, donde revisa la sección de deportes.

Rosco intenta abrir la puerta del lado del copiloto, pero esta se encuentra con seguro, bufa molesto.
-Maldición niño, te dije que esperaras en el auto.
-Si no lo has notado estoy en el auto, y deja de llamarme niño.
-Déjate de tonterías debemos irnos.
Fire dobla el diario a la mitad con enfado, se baja con cierta lentitud del cofre, abre el lado del conductor, se mete en el auto y mientras gira la llave para poner en marcha el motor se estira para abrir la puerta de Rosco.
-¿Hacia dónde vamos Rosco?
-A la casa del jefe.
-Debe ser algo importante para ir a estas horas, por lo general lo vemos en su oficina.
-El jefe murió.

Fire voltea hacia su derecha, no lo puede creer, debe ser cierto pues nadie bromearía con algo así. El rostro de Rosco tiene una expresión que el muchacho nunca había visto, pero al notar la mirada de su copiloto vuelve a mirar hacia el camino.
-Te llevaré de inmediato.
-No, vamos con calma, como si no pasara nada, de hecho tu departamento queda de camino, será mejor que pasemos.
-¿A mi casa? Pero deberíamos ir inmediatamente, eres uno de los pilares de la familia, tienes que estar ahí.
-¡Cállate y obedece! Mira hijo, no traes tu saco y no puedes presentarte así a la casa de la familia, así que mientras tu te pones tus mejores ropas yo aprovecharé para hacer unas llamadas.
El chico, a pesar de su actitud rebelde es intimidado por el grito de Rosco, se queda callado y conduce con calma hacia su departamento.

La segunda parte aquí:

Continuación