lunes, 11 de julio de 2011

Parte 1.

¿Qué tal? Les traigo la segunda entrega de la historia que inicié en prólogo, les dejo el link por si aún no han tenido oportunidad de leerla

Prólogo




Santa Lucía es oscura, sucia, incluso muchos la consideran fea, poco son capaces de apreciar su belleza a pesar de su faz llena de cicatrices. Santa Lucía tiene muchos hijos abandonados a su suerte, de todas las edades, de todas las razas, de ambos géneros, hermanos que no se conocen que vagabundean por las calles, por los muelles, por los rincones, buscando una manera de sobrevivir. A pesar de la crueldad de Santa Lucía se cree que siempre vela por sus hijos.

Santa Lucía no es muy distinta a la otras, sólo es una ciudad más que parecía destacarse de otras hasta que quedó hundida en varias guerras entre los intereses comerciales de las más distintas bandas criminales que se puedan imaginar. Después de todo su localización geográfica la hace un blanco maravilloso que cualquier hombre de negocios tanto legal como ilegal quisiera dominar.

El camino hasta el departamento de Fire es tranquilo. Es una plácida noche en la ciudad de Santa Lucía. El ambiente parece sereno, a cualquiera lo pondría en calma, y disfrutaría del mismo,Rosco no es cualquiera. Sabe que la calma es la misma que se siente antes de la venida de la tormenta. Trata de mantenerse sereno, mientra el joven conduce, y juguetea distraídamente con su encendedor. Lo hace para que Fire no note el temblor de sus manos.

Su mente ya ha sido alcanzada por la tormenta y un centenar de ideas revolotean estrellándose con las paredes de su conciencia. El impulsivo Fire que ahora funge como su chofer mencionó algo que provoca que se le pongan los cabellos de punta. El joven dijo: "tú eres uno de los pilares de la familia". Si bien es cierto que ha llevado a cabo importantes misiones, muchas de las cuales fueron elogiadas directamente por el Don, él se sigue considerando un soldado más, un sargento al mando de un pequeño pelotón, que ha demostrado iniciativa en un par de ocasiones, nada para que las familias rivales pongan particular interés en él.

"Probablemente el chico sólo esté impresionado porque el Don me llegó a citar personalmente para un par de encargos", Rosco trata de repetirse esta idea una y otra vez, pero lo mencionado por lo que el considera apenas un crío no deja de sobreponerse. Maldice la estricta formación católica que trató de inculcarle su madre, pues en lugar de brindarle el consuelo que se supondría ante un fallecimiento, sólo evoca la idea de los apóstoles que fueron muriendo luego de la muerte de Jesucristo. Sabe que las comparaciones entre el Don y Jesús son inverosímiles, pero el hecho de que al caer el líder, los seguidores caen con él, lo mantiene perturbado.

Cuando Fire apaga la luces del auto y detiene la marcha del motor, Rosco aún se encuentra absorto en sus pensamientos, hasta que le menciona que no se tardará cambiándose. Voltea hacia la calle antes de salir del auto, esperando que no venga níngún otro vehículo para poder abrir la portezuela, gesto sobrado ante una calle desierta. Fire ya está abriendo la puerta de la casa cuando él apenas le da la vuelta al carro para subirse a la acera.

Fire vive en una de las casas de seguridad que el Don tiene, la cual es bastante particular, pues a diferencia de las otras donde los soldados de menor rango viven en pares o tercias, cerca de negocios protegidos de la familia, para en caso de algún ataque, puedan reaccionar rápidamente y corresponder a la protección que de buena o mala manera les pagan.

Al entrar al vestíbulo Rosco recuerda porque la casa asignada a Fire es distinta a las demás al percibir con toda su fuerza el olor de distintos químicos.
-Maldita sea niño, ¿por qué tienes este desorden? ¿Cómo puedes vivir con semejante hedor?
-Una, no me llames niño, dos, no es un desorden, esos químicos deben llevar ciertos procesos, por lo que los dejé ahí. Cuando estén listos verás la maravilla que he creado.
Rosco sólo mueve la cabeza de forma negativa, Fire iba a seguir defendiendo su experimento, pero contiene su argumento que más bien parece un reclamo, sabe que la situación es crítica, así que sólo se encoje de hombros y se dirige a su habitación.

Mientras su subordinado sube la escalera, Rosco se dirige hacia el teléfono que se encuentra en una mesita a lado de la puerta de dónde debería estar la cocina, aún mantiene el encendedor en la manos y lanza una pequeña maldición, pues no puede encender un cigarrillo porque podría volar el edificio. El motivo por el cuál Fire vive sólo es que tiene un pequeño laboratorio donde produce explosivos usados en distintas tareas, también ese es el origen de su apodo. El mismo Rosco ha observado el efecto de sus explosivos, y el chico es un maldito genio que pudo haber tenido un futuro brillante como químico o cualquier otra cosa, si no fuera por una personal tragedia, tragedia que Rosco empieza a recordar.

El padre de Fire siempre fue leal a otra familia, siempre pagó a tiempo y en forma el cobro de la protección que los matones le pedían para resguardar su pequeña botica. Era una persona trabajadora, honesta y respuetuosa, siempre ayudaba al prójimo. Una vez llegó un compañero de Rosco bastante maltrecho, llegó ahí por casualidad. El padre de Fire lo atendió y lo ayudó a mejorarse. Los matones se enteraron y quemaron la botica, con el boticario y el sicario dentro. Ninguno sobrevivió.

En cuanto Rosco se enteró fue a vengar a su camarada a la casa de seguridad donde vivían los matones que provocaron el incendio, pero al llegar sólo se encontró con un edificio en llamas y un joven adolescente pelirrojo sentado en la acera con una sonrisa demoniaca dibujada en su rostro.
-¿Sabes quién hizo esto niño?
-No soy un niño y si sé quien lo hizo, fui yo.
Uno de los subordinados de Rosco intervino malhumorado.
-Déjate de idioteces niño, ¿si viste quien lo hizo? ¡dinos! que tenemos cuentas pendientes con las personas que viven aquí.
-No son idioteces, y a menos que hayan sobrevivido a las llamas no creo que puedan atender sus asuntos con estos matones.
Rosco puso más atención en el joven, parecía decir la verdad.
-Así que dices que esperaste a que estuvieran aquí y quemaste el edificio con ellos dentro.
-Así es, sólo les devolví el favor que ellos hicieron a mi padre.
Otro de los sicarios de Rosco respondió de inmediato.
-Pero Joe no tenía hijos.
-No soy hijo del matón, idiota, soy hijo del boticario.
Rosco recordó haber pasado por la botica alguna vez, y sería difícil olvidar al pelirrojo que la atendía, al mirar fíjamente al chico descubrió ciertos rasgos del boticario en él, lo pensó un momento y le dijo:
-Bien, parece que tuviste tu venganza, ahora, deja te llevamos a casa.
-No tengo casa.
-Por Dios chico, necesitas irte a casa, tu familia debe esperarte.
-Mi única familia era mi padre y mi casa era esa botica, ahora no tengo nada.
-Bien, te llevaremos con nosotros, sólo dinos como te llamas.
-No tengo nombre.

Rosco no recuerda el resto de la conversación, sólo sabe que desde ese día ha entrenado a ese joven para ser un buen soldado. En su momento parecía una buena idea, nunca habría supuesto la muerte del Don y como cambiarían los planes de tantas personas con esa muerte. Deja el encendedor sobre la mesita y lanza un suspiro. Debe avisarle a algunas personas sobre la muerte del Don, empieza a marcar un número, pero se detiene de pronto, cuelga y empieza a marcar un número distinto, "a él le avisaré después, en persona, ya que todo se calme".

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